Enseñando respeto

Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tu vida se alargue en la tierra que yo, el Señor tu Dios, te doy. – Éxodo 20:12

El mandamiento bíblico bien conocido de honrar padre y madre, es la piedra angular en la educación de los hijos. Pero ¿qué significa? En primer lugar, obviamente significa simplemente que los niños deben aprender a respetar. Para los niños pequeños, su padre y madre representan a Dios; y si ellos no honran a sus padres, ¿cómo pueden entonces aprender a honrar a Dios? En segundo lugar, implica un gran peso en la responsabilidad de los padres para hacer que este mandamiento se cumpla.

El honor comienza con el respeto a la autoridad, con el "temor a Dios" y un "temor" similar a los padres que ocupan el lugar de Dios. Obviamente, esto no significa que los niños deban tenerle miedo a Dios o a sus padres. Significa más bien que deben aprender a controlar su propio egoísmo para escuchar y aceptar a otros cuando la situación lo requiere.

El respeto que se logra por medios autoritarios eventualmente traerá odio y rebeldía. En vez de esto, los niños deben encontrar la disposición que nace del amor y la reverencia para someterse a la autoridad. Esto requiere esfuerzo. Se puede ganar únicamente de forma gradual, y debe ser fomentada en un ambiente de amor y confianza.

Sin embargo, dado que el respeto es una parte básica de toda relación sana, es vital comenzar su enseñanza a una edad muy temprana. En mi experiencia, se debe establecer dentro de los primeros cuatro años. En la mayoría de familias con niños pequeños esta tarea será de mamá, ya que ella tiene más posibilidades de estar en casa con sus hijos durante el día laboral. Por supuesto, el marido siempre debe apoyar a su esposa, sin embargo, también es indispensable establecer para ella su propia autoridad, de lo contrario los hijos no la obedecerán cuando esté sola.

En ocasiones es fácil guiar al niño con una palabra amable o interponiendo su amor natural. Sin embargo frecuentemente requiere una batalla, y lo más importante es ganar esa batalla. La falta de respeto puede parecer manejable en los niños pequeños –ya que siempre se les puede retirar por un "momento" hasta que estén listos para escuchar – no obstante con los adolecentes cuesta dolor, sudor y lagrimas. En cualquier situación, si una batalla es inevitable, debe confrontarse directamente y luchar hasta el final.

Aún con todo, se debe ganar el respeto y no sólo exigirlo. Cuando los niños no respetan a los adultos, es normalmente porque los adultos en su vida no respetan a ellos. Aun cuando alguien siente que merece el respeto de un niño, seguir insistiendo por el simple hecho de demostrar autoridad será contraproducente. Tu relación con el niño a largo plazo sufrirá, logrando únicamente un corazón endurecido.

Mi padre estaba convencido de que la autoridad de los padres debe basarse en el amor: "Si nosotros como padres amamos a Dios con todo nuestro corazón y alma, nuestros hijos tendrán la reverencia adecuada para nosotros, y nosotros tendremos reverencia para nuestros hijos y por el maravilloso misterio de llegar a ser y ser un niño. La reverencia por el espíritu que se mueve entre padres e hijos es el elemento básico de una verdadera vida de familia".

Jesús dice: "Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos" (Jn 15:13). Un padre debe dirigir a su familia con mucho amor, respeto, y estar dispuesto a morir por su esposa e hijos. Esta convicción inspirará a los hijos a honrar a ambos; papá y mamá.

Absolutamente todo en la vida de un niño depende del respeto a su padre y madre. Dicha actitud generará respeto para sí mismo y para otros, a la vez que conducirá al niño para servir a Dios y la humanidad.