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    Respeto a los demás

    por Johann Christoph Arnold

    viernes, 06 de julio de 2012

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    No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás. – Flp 2:3-4

    Apodos y burlas han existido tanto como ha habido escuelas y niños. Sin embargo, este problema ha tomado un nuevo y sórdido giro con la llegada de la mensajería instantánea y el internet.

    El ciber–acoso se ha convertido en una de las armas más perjudiciales al alcance de los adolescentes hoy en día; muchos titulares de Recursos Escolares me dicen que es por mucho el peor hostigamiento que han visto. Es quizá tan mortífero porque su operación es individual y en silencio, y daña profundamente la psique del estudiante.

    Este acoso no sólo es un problema social, sino también médico. Actualmente se sabe que hay victimas que sufren síndrome de estrés postraumático, pesadillas, sobrealimentación o falta de apetito y un considerable aumento en la tasa de suicidio – especialmente en adolescentes mujeres. Los efectos negativos del acoso a esta edad formativa pueden durar toda la vida; ciertamente no sólo es un ritual de iniciación inofensivo o una parte inevitable del crecimiento.

    El hostigamiento a adolescentes que son homosexuales – o aquel que la gente piensa que podría serlo – es también un problema. No importa lo que podamos pensar sobre el estilo de vida de alguien, nunca es correcto maltratar o marginar a alguien simplemente porque es diferente. De hecho, mi padre advirtió que "un asesino del alma" es tan criminal como él que realmente asesina. Es precisamente el adolescente que destaca (o se guarda para sí mismo) quien necesita nuestro amor y estímulo positivo. Si nosotros damos ese tiempo y esfuerzo, siempre vamos a encontrar mucho en común y la forma de relacionarse.

    El odio hacia personas de otra raza, color o cultura tampoco es diferente. Esto además es algo aprendido; dejarlos a ellos mismos, los niños jugarán felices juntos sin darse cuenta de ninguna diferencia en el color de la piel. Cuando ellos crecen comenzarán a notar con naturalidad las diferencias, y aún entonces no habrá en sus conciencias prejuicio u odio. El racismo únicamente está presente entre niños cuya conciencia de si mismos y de los demás ha sido distorsionada por los adultos que les rodean.

    Cada vez que en sus mentes surja cualquier forma de racismo, debemos apartar a nuestros hijos (y mutuamente) de las estúpidas ideas humanas sobre el color, la cultura y las clases sociales. Y lo más importante que debemos buscar es el amor de Dios, quien nos ha creado con todas nuestras diferencias, mostrando a nuestros hijos con palabras y acciones que estamos comprometidos para luchar por la justicia y la hermandad de todos los hombres y las mujeres de la tierra.

    Criar niños con buenos modales es relativamente fácil, no obstante, inculcar en ellos una autentica sensibilidad a las necesidades y el desarrollo de los demás es mucho más difícil. El verdadero respeto es mucho más que buenos modales. Esto significa amar al prójimo como a uno mismo. Significa ver lo que es de Dios en la otra persona.

    Hay muchas maneras de alentar a los niños en esta dirección; por ejemplo, ellos pueden comprar flores para un abuelo, hacer galletas para el cumpleaños de un amigo o visitar algún vecino solitario. A medida que ellos aprenden a ver más allá de su propio y pequeño mundo, van a descubrir la satisfacción de dar alegría a los demás.

    En la novela Los hermanos Karamázov, Dostoievski nos recuerda que la sensibilidad de los niños es tan grande que podemos moldear sus actitudes sin ni siquiera saberlo – y que nuestras lecciones más eficaces se deben enseñar con el ejemplo:

    "Cada día y cada hora, ratifica tener una imagen apropiada. Cuando pasas junto a un niño pequeño, pasas de largo, rencoroso, con mal tono, con el corazón lleno de ira; tú no pudiste notar al niño, pero él te ha visto, y tu imagen indecorosa y vil, puede permanecer en su corazón indefenso. Nunca sabes, pero quizá sembraste la semilla del mal en él, y puede crecer – todo porque no estimulaste en ti mismo un diligente y benévolo amor".


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