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    Los primeros años

    por Johann Christoph Arnold

    viernes, 13 de abril de 2012

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    Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. – Proverbios 22:06

    Durante mucho tiempo los educadores han afirmado que los cinco primeros años en la vida de un niño son los más formativos, durante este período cualquier cosa que ellos experimentan influirá el resto de sus vidas. Froebel, educador y reformista alemán del siglo XIX, escribió que las experiencias en los primeros años de infancia preparan en gran medida la vida espiritual de cada persona. La futura relación de un niño con Dios, sus padres, la sociedad en general, e incluso la naturaleza, depende fundamentalmente de su desarrollo durante esta primera etapa.

    Estudios recientes han confirmado esto científicamente. A la luz de esto como un hecho y la tremenda responsabilidad que sitúa a todos los padres, hace vital que los lazos entre padre, madre y bebé se fomenten desde el nacimiento. Los padres deben recordar que Dios les ha dado un niño a ellos, y que es su responsabilidad dirigirle por el camino que cumpla el propósito de Dios para él o ella.

    La importancia de la interacción con el bebé no se puede destacar lo suficiente. Mi madre siempre decía que la educación comienza en la cuna. Los bebés deben ser cargados con ternura y caricias. Se les debe cantar, hablar y sonreír. Lo más importante es amarlos incondicionalmente.

    Sin embargo, los padres deben cuidarse de no ver todo color de rosa en sus hijos. He visto la vida de jóvenes destruida porque sus padres no podían decirles que "no" cuando eran pequeños. Veían a sus hijos sólo como algo "lindo" y fracasaron para disciplinarlos. Estos padres fueron tomados como rehenes por sus propios hijos, quienes crecieron malcriados, incapaces de aceptar desacuerdos o alguna dificultad, y rebeldes para asumir la responsabilidad de sus propias acciones.

    A medida que los niños pequeños crecen, deben ser estimulados y animados con juegos simples, rimas y canciones. Su potencial mental en esta etapa es incomparable, y lo que no logran asimilar ahora será absorbido después únicamente con mayor dificultad. Por eso los expertos hablan de una "ventana de oportunidad" que nunca más se abrirá tan amplia.

    Sin duda, el desarrollo no puede medirse sólo en términos de aprendizaje o logros. El desarrollo emocional y espiritual de los niños es igualmente importante, y este a menudo se adquiere cuando se encuentran con ellos mismos. El tiempo dedicado a que ellos estén solos es crucial para el desarrollo de su imaginación y les enseñará a divertirse sin la intervención de adultos.

    Las horas dedicadas a fantasear y jugar tranquilos les infundirán un sentido de seguridad y les proveerá la calma necesaria para el ritmo del día. Sin embargo, con demasiada frecuencia, muchos adultos innecesariamente molestan y fastidian a los niños con sus intrusiones. No pueden pasar por donde está un bebé sin evitar levantarlo, abrazarlo, besarlo o hacer algo con él. Si el niño se resiste o lucha, el adulto se siente ofendido y lo que había sido ternura y alegría momentos antes, termina en enojo y frustración. Froebel lleva esta idea más allá y sostiene que jugar sin interrupción es un prerrequisito para trabajar sin interrupciones. El niño que juega atento y sin distracción se convertirá en un adulto honesto y determinado.

    En cada momento de contacto, es crucial la consideración amorosa para la disposición interior del niño, es decir – para un espíritu de sencillez, honestidad y vulnerabilidad. Criar a los hijos no significa moldearlos de acuerdo a nuestros propios deseos e ideas. Significa ayudarlos a ser lo que Dios tiene designado para ellos.

    Nunca es fácil "desaprender" nuestra mentalidad de adultos. Incluso los discípulos se indignaron cuando los niños se empujaban para acercarse a Jesús. Cuando hay niños alrededor, las cosas no serán como planeamos. Rallan los muebles, pisotean las flores y plantas, desgarran la ropa nueva y estropean o pierden los juguetes. Los niños quieren agarrar todo y jugar con eso. Ellos quieren divertirse y necesitan espacio para hacer travesuras y ruido.

    Por eso, para los padres de niños pequeños, muchas veces los primeros años pueden parecer abrumadores y agotadores – y al final de un largo día, los niños pueden parecer más una molestia que un regalo. Los niños no son figuras de porcelana, son bribones con dedos pegajosos, narices moquientas y lloran por la noche. Sin embargo, si tenemos hijos, tenemos que bienvenirlos como quiera que sean.

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    Contribuido por JohannChristophArnold Johann Christoph Arnold

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