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    El niño antes de nacer

    por Johann Christoph Arnold

    viernes, 24 de febrero de 2012

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    Como en ningún otro momento, esperar nueve meses por un bebé debe acercar y profundizar en gran medida la relación matrimonial de una pareja. Origina un sentimiento de exaltación y emoción a lo desconocido – una extraña mezcla de ansiedad y alegría. También es causa de asombro ante el misterio de una nueva vida y la responsabilidad que implica la paternidad, especialmente cuando un matrimonio joven está esperando su primer hijo.

    Tristemente, hoy en día estos sentimientos de asombro y misterio se han perdido casi por completo. Cada vez más se ve al embarazo como una condición de rutina médica, en vez de una manifestación de satisfacción por la vida, y aquellos secretos propios de una madre como era antes, ahora son divulgados a los amigos y familiares tanto en la forma de ultrasonido o como resultado del examen médico. ¿Es acaso el desarrollo de un bebé en el vientre de su madre un proceso biológico únicamente?

    Mi abuelo Eberhard Arnold, en su libro Innenland ('tierra interior') describe al niño por nacer, como un alma – "un pequeño ser esperando la llamada fuera de la eternidad". Si esto es así, entonces además de atención médica, el embarazo requiere reverencia interior – y el cuidado tierno de las necesidades espirituales de la madre, igual como hacemos con su control médico.

    Para los que están por nacer, así como el niño ya nacido, el amor y la seguridad de una vida familiar son de vital importancia. El niño puede sufrir al no sentir la sustancia del amor y la ternura, aun estando en el vientre de su madre. Desde hace tiempo, psicólogos y educadores advierten los efectos negativos en los niños miembros de familias desintegradas, y ahora también reconocen que estos efectos no son menos graves para los niños antes de nacer.

    En el Evangelio de Lucas, está bellamente ilustrado lo que un niño por nacer participa de las emociones de su madre:

    Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! Pero, ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre (Lc 1:41–44).

    Del mismo modo, el escritor alemán Joseph Lucas sostiene que los pensamientos de una madre son percibidos por el crío mientras está todavía en su vientre. Todo lo bueno de ella – su amor, su pureza y su energía – se siembra en el niño antes de nacer para su bienestar. El escritor dice que en un cierto grado, la vida de la madre durante el embarazo sienta las bases para la futura educación del niño. Lo que viene después del nacimiento es "el despliegue y desarrollo de lo que ya ha germinado en su alma".

    Cuando una madre se entera estar embarazada, se le debe dar gracias a Dios. Cuando Eva se enteró de que ella había concebido y al dar a luz a Caín, dijo, "con la ayuda del Señor, he traído un hombre a la existencia". Ella no dijo: "con la ayuda de Adán", sino "con la ayuda del Señor". Dios considera a cada niño, y nosotros debemos ser firmes y admirar Su propósito.

    No hay duda que las pruebas médicas – como los exámenes de ultrasonido – pueden dar a los médicos información útil acerca de un embarazo, pueden guiar decisiones para el parto y el nacimiento. Sin embargo, dicha información no siempre es una bendición. ¿Cuántas veces cuando los estudios de ultrasonido muestran anomalías y defectos, conducen a una "terminación"?

    Sólo Dios sabe con exactitud cuántos abortos de criaturas inocentes por nacer se practican cada año, no obstante, sabemos que el número es de millones. El aborto sin excepción alguna es un crimen. Destruye la vida y es mofarse de Dios, cuya imagen está implícita en cada bebé antes de nacer. Por lo tanto la mujer que tuvo o tenga la intención de abortar, estará sufriendo siempre un gran tormento de conciencia. Y la única curación que ella podrá encontrar está en Cristo, quien perdonará todo arrepentimiento de corazón.

    Aún los más aplastantes argumentos sobre la calidad de vida o la salud de la madre no nos deben influenciar. ¿Quiénes somos para decidir acabar o no con la existencia de un alma que ya está entre nosotros? Para Dios y su creación, inclusive el niño más imposibilitado puede ser dedicado para la gloria. En mi vida, he experimentado esto varias veces. Y evitamos señalar a los padres que semejante carga es algo nuestro, resaltando que la voluntad de Dios trabaja para el bien de cada una y todas las situaciones (Rm 8:28).

    En un mundo obsesionado por elegir la perfección, haríamos bien en recordar que Dios es el perfecto Creador, y que nosotros sus hijos debemos, en vez de buscar defectos, simplemente alabarle: Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. (Sal 139:13–16) 

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