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    Educación Religiosa

    por Johann Christoph Arnold

    viernes, 18 de mayo de 2012

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    Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. – Deuteronomio 6:6-7

    La educación religiosa es siempre un tema candente. A pesar del derecho legal de profesar cada uno su propia fe, las escuelas públicas por lo general rechazan a Dios, aceptando el hedonismo, la falta de respeto y la irreverencia. Los valores que fueron dados como un hecho hace apenas una generación, ahora están en duda; cualquier referencia a Dios – a Jesús, la creación, y la fe – se prohíbe cada vez más.

    En muchos sectores, el matrimonio ha sido redefinido, y la idea de que una familia debe estar encabezada por un hombre – acompañado de una mujer – se ha ridiculizado como anticuado y restringente. Los símbolos religiosos y conmemoraciones relacionadas con la Navidad y la Pascua, se han hecho a un lado, supuestamente por respeto a los no creyentes; la "tolerancia" se ha convertido en un dios.

    Todo esto es como remover el suelo en donde nuestros niños se apoyan. No tiene nada que ver con el respeto a otras tradiciones y culturas. Se trata de un esfuerzo concertado por una sociedad atea para destruir la estructura que alguna una vez sostuvo conjuntamente la civilización occidental. Por supuesto, es una estupidez creer que podemos desaparecer a Dios. Ya que hágase lo que se haga, Dios ha estado ahí mucho antes de nuestra existencia y seguirá estando ahí mucho tiempo después de que nos hayamos ido. Entonces, para nosotros como padres es una obligación transmitir con valentía a nuestros hijos los valores religiosos que amamos, sin importar las consecuencias.

    Nuestros hijos anhelan una base solida sobre la cual apoyarse. Su estabilidad emocional como adultos dependerá de lo que nosotros les enseñemos cuando son jóvenes. ¿Cómo, entonces, debemos guiarlos a Dios? En primer lugar, no podemos obligarlos a engullir nuestros propios valores. En vez de esto, debemos hacerles sentir y conocer el impacto de nuestra propia fe día tras día.

    El Espíritu de Dios no descenderá entre nosotros con una lección o un texto memorizado. En este sentido, no podemos depender de palabras piadosas; se necesitan acciones y hechos para conseguir inculcar a los hijos nuestra fe.

    Lo que les enseñamos hoy continuará dando frutos en los años venideros. Si nuestros hijos aprenden a honrar a Dios, a papá y a mamá, ellos a su vez darán continuación a este precepto. Si ellos aprenden a discernir la diferencia entre el bien y el mal, estarán preparados para enseñar a sus hijos ésta misma apreciación.

    La mejor forma para que los niños se acerquen a Dios es orientarlos con la naturaleza. El mismo Jesús usó parábolas y metáforas del mundo natural para ilustrar un tema. Los niños también sentirán hoy la presencia de Dios en una radiante puesta de sol o en un cielo estrellado; ellos pueden imaginarlo en el sonido del viento o en una intensa tormenta. Ellos serán los primeros en percibir que tras la belleza de la tierra hay un Creador, que también habita en sus corazones.

    También podemos enseñar a los niños acerca de Dios leyendo historias y hablando con ellos sobre la vida de Jesús, explicándoles el significado de la Navidad y la Pascua. Unas semanas antes de Navidad es el mejor tiempo para leer en voz alta las profecías del Antiguo Testamento relativas al Mesías, o hablarles de las legiones de ángeles que anunciaron el nacimiento de Cristo. De igual manera, los niños pueden aprender sobre la Semana Santa escuchando acerca del sufrimiento de Cristo en la cruz, y después sobre el triunfo alegre de su resurrección.

    Memorizar versos cortos de las Escrituras puede servir también para iniciar la fe. Los niños que aprenden pasajes importantes de corazón, tendrán un cimiento de roca en el cual pueden apoyarse el resto de sus vidas y encontrarán consuelo y seguridad a través de la palabra de Dios cuando vengan tiempos difíciles. Así mismo, la música puede introducir a Dios a una persona: mis propios hijos comenzaron a escuchar El Mesías de Haendel cuando eran muy pequeños y hoy en día dicen que aún fortalece su fe.

    Dar gracias y alabar a Dios es tan importante como pedirle ayuda. Ya sea antes de comer o antes de ir a dormir, los niños deben aprender a darle siempre gracias a Dios por todo lo que tienen – por tener padres, una familia, amigos, comida y casa. Recordarles que muchos niños no son tan afortunados les ayudará a abrir los ojos a la necesidad de otros.

    En una época donde los espacios públicos están gobernados por discursos y argumentos llenos de odio y división, es crucial que nuestros hogares sean un oasis de aliento interior y seguridad - que nosotros como padres seamos el modelo a seguir de los valores que deseamos para nuestros hijos. Este es el mayor regalo que podemos darles y el aspecto más importante de su educación. 

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    Contribuido por JohannChristophArnold Johann Christoph Arnold

    Artículos y libros electrónicos por Johann Christoph Arnold sobre matrimonio, discipulado, oración y la búsqueda de paz. Página de inicio oficial de Johann Christoph Arnold.

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