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    Adolescentes

    por Johann Christoph Arnold

    viernes, 13 de julio de 2012

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    A los jóvenes, exhórtalos a ser sensatos. Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad. – Tt 2:6-7

    En un mundo que parece cada día más podrido, puede ser abrumador pensar en orientar a los hijos a través de los pedregosos años de la adolescencia. No obstante, si hemos establecido una relación de honestidad y confianza desde el principio con nuestros niños, tendremos una base solida sobre la cual proceder, y será imposible para nuestros hijos oponerse a nosotros.

    Muchos niños se escabullen fácilmente a través de sus primeros años, apareciendo sus cuernos únicamente cuando ya son adolescentes. Por eso los padres que se detienen hasta que surja un conflicto en la casa podrán obtener únicamente obediencia exterior – y no el respeto necesario para resolver problemas como las mentiras, burlas, robo e inmoralidad sexual.

    Entre los jóvenes algunos atravesarán períodos más difíciles en su desarrollo, por lo tanto debemos tener cuidado de no ser demasiado duros y críticos hacia con ellos. Y aunque nosotros tengamos un gran corazón, no debemos solapar el pecado, sobre todo cuando este implica sexo. La experimentación sexual puede dejar cicatrices para toda la vida en las personas jóvenes, y nosotros les hacemos un perjuicio cuando los disculpamos por ser una "imprudencia juvenil". Más aún, a los jóvenes que han pecado en esta área se les debe orientar al arrepentimiento y a la conversión.

    Esto nunca se puede lograr por medio del castigo severo – tampoco con argumentos o discursos intelectuales. Más bien, debemos proteger y nutrir cualquier luz de conciencia que exista, aun sea pequeña. Mi padre siempre sostuvo que si una persona sigue su conciencia, no puede seguir viviendo sin antes poner todo en orden. Él comparó la conciencia de un profeta en el Antiguo Testamento. Cuando el pueblo de Israel había fallado, un profeta se levantó y pidió a ellos volver una vez más a Dios. Cuando los adolescentes mienten, roban, usan drogas, se emborrachan o tienen relaciones sexuales, la conciencia de aquel joven le dice: "Esto está mal; ahora tienes que ser castigado". La conciencia exige alguna acción porque Dios exige acción. Por lo tanto, es una guía – una dirección – y nosotros debemos enseñar a los hijos que no es su enemigo, y sí su mejor amigo.

    Cómo inculcar tal vitalidad de conciencia no es cosa fácil. Tenemos que preparar los corazones de nuestros hijos para que se conviertan en buena tierra para la Palabra de Dios. La predicación, sin embargo, no hace buena tierra y endurece el corazón. No obstante, todos los adolescentes pueden entender que están hechos a imagen de Dios, y si logran captar esto como una obligación – como un llamado, una tarea y una responsabilidad – ellos podrán desarrollar una autodisciplina que les servirá en todas las áreas. Aquellos que aprenden también a respetar su cuerpo como a un templo estarán mejor preparados para resistir las tentaciones del alcohol, las drogas o el sexo.

    Al igual que nosotros, nuestros hijos seguirán fallando de un momento a otro, y debemos recordar que Dios aún no ha terminado con nosotros y tampoco con ellos.

    Mis años como adolescente fueron difíciles porque mis padres a menudo hicieron largos viajes. Entonces lo que me animaba era recordar las historias acerca de Jesús que mis padres me habían contado cuando yo era pequeño. Posteriormente, mi esposa y yo tuvimos ocho hijos, quienes también atravesaron por los años pedregosos. Y gracias a los recuerdos positivos de nuestra infancia tuvimos el coraje para perseverar y tratar de darles a ellos una buena infancia.

    Todos queremos transmitir nuestros valores a la siguiente generación, y muy a menudo fallamos en reconocer que son nuestras acciones y no las palabras, lo que se quedará en nuestros hijos – y lo único que realmente podemos transmitirle a ellos es una fe viviente. Blumhardt, pastor alemán del siglo XIX, vivió en un tiempo mucho más religioso que el nuestro, no obstante, amonestó a los padres que presionaban a sus hijos en ir a la iglesia: "Mientras que Cristo viva únicamente en sus Biblias y no en sus corazones, todo esfuerzo para que sus hijos encuentren a Jesús fallará".

    En muchos hogares, una gran cantidad de conflictos se podrían resolver si los padres lograran dejar a sus hijos ser ellos mismos y no preocuparse tanto por ellos o presionarlos con planes para su futuro. Mi madre, maestra de escuela, solía decirles a los padres, "El mayor perjuicio que ustedes pueden hacer a sus hijos es encadenarlos a ustedes. ¡Libérenlos!"

    Este consejo puede ser difícil de cumplir cuando los hijos tienen mal comportamiento – cuando se rebelan y le dan la espalda a todo lo que nosotros les hemos enseñado. Pero justo y especialmente entonces, en vez de hablar, nosotros tenemos que orar y pedirle a Dios por sus almas. Y debemos tener cuidado de no acumular mucha culpa para con nosotros mismos, no amargarse ni desalentarse. En vez de esto, debemos creer. San Agustín, por ejemplo, cuando joven vivió una vida de pecado, y Mónica su madre nunca dejó de orar por él hasta que él cambió y se arrepintió. Tiempo después él se convirtió en pilar de la Iglesia y a través de los siglos ha influenciado a un sinnúmero de personas que buscan a Dios.

    Aquellos que sienten la tentación de desestimar a toda una generación por viciosa o degenerada deben detenerse y verse ellos mismos: nos guste o no admitirlo, nuestros hijos siempre serán el reflejo de nosotros.

    Los padres de hoy y con buena razón, retuercen las manos por el envío de mensajes de texto y mensajes sexuales, no obstante ellos duran horas en sus teléfonos inteligentes; se escandalizan por el material explícitamente sexual que sus hijos e hijas ven, pero dejan revistas por toda la casa con contenido pornográfico. No hay duda que como padres, nosotros podemos y debemos establecer reglas respecto a todo esto, pero a la vez debemos también ser buenos ejemplos.

    Es un privilegio guiar a los jóvenes a Jesús, para mostrarles el mundo maravilloso que hizo Dios, a pesar de la terrible corrupción, impureza y todo la oscuridad de nuestra época. Y nosotros podemos ser confortados y alentados a lo largo de esta trayectoria con las palabras de Santiago: "Recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío, lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados" (St 5:20).

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