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    Photograph of a view flying above clouds looking down on the Sahara desert.

    El baile del ladrón Horrífico

    Un cuento navideño para los niños

    por Karl Heinrich Waggerl

    martes, 31 de diciembre de 2013

    Otros idiomas: Deutsch, 한국어, English

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    • Joe Mendoza

      Esta historia fue muy hermosa. Nunca la había escuchado pero me gusto mucho.

    Hacia el anochecer, después de descansarse bien, José y María querían continuar viajando hacia Egipto. Pero, primero José montó el buey y continuó adelante al otro lado de una colina, para pedir direcciones. “Ahora no debemos de estar lejos de Egipto”, él pensó.

    Mientras tanto, María esperaba bajo unas palmeras, con el niño en su regazo. Y entonces ocurrió que un cierto Horrífico pasó por allí, conocido a lo largo y a lo ancho como el ladrón más terrible de todo el desierto.

    La yerba se postró ante él, las palmeras temblaron y le echaron dátiles en su gorra, y hasta el león más fuerte metió la cola entre las piernas cuando vio sus pantalones rojos a la distancia.

    Tenía siete puñales en el cinturón, cada uno tan agudo para poder cortar el viento. En su lado izquierdo colgaba su sable, y en el hombro llevaba un garrote tachonado con colas de alacranes.

    “¡Ja!” gritó el ladrón, sacando su sable.

    “Buenas noches”, dijo María. “Más bajito, por favor; el niño está durmiendo”.

    Al ladrón esto le dejó sin aliento. En su incomodidad, cortó la punta de un cardo con su sable. “Yo soy el ladrón Horrífico”, gruñó él. “Yo he hecho muchas cosas terribles…”

    “¡Que Dios te perdone!” respondió María.

    “¡Déjame terminar!” silbó el ladrón, roncamente. “Y ahora yo voy a quitarle el niño”.

    “Eso es muy malo”, dijo María, “pero lo peor es que tú estás mintiendo”.

    En este momento se oyó una risita en un arbusto cercano, y el ladrón saltó hacia arriba conmocionado. Nunca antes alguien se había atrevido a reírse en su presencia. Sólo fueron los angelitos que habían viajado con el bebé. Habían huido al principio, pero ahora estaban sentaditos juntos en las ramas bajas para ver qué iba a pasar.

    “¿No tienes miedo de mí?” preguntó en ladrón con voz pequeña.

    “¡Oh, hermano Horrífico!” dijo María, “qué hombre tan chistoso eres”.

    ¡Ser llamado un hermano! Esto llegó al corazón del ladró porque, para decir la verdad, su corazón era tan tierno como si fuera hecho de cera. Mira, cuando él todavía era bebé, la gente que había venido a ojearlo dijo, “¡Ay de nosotros! ¿No se parece a un ladrón?” Y mientras crecía, todos corrieron en otra dirección y dejaron caer lo que llevaban, el momento que lo vieron acercándose. Así que Horrífico vivió bastante cómodo y ganó una reputación terrible; aunque nunca podía quitarle nada a nadie, ni mucho menos dañales. Y por eso se sintió buenísimo este ladrón terrible, al encontrar finalmente a alguien que no le tenía miedo.

    Después de una pausa y recomponerse, él dijo, “Yo querría dar un regalo a tu niñito, pero en mi bolso sólo tengo bienes robados. Pero si te gusta, ¡yo querría bailar para él!”

    Y el ladrón Horífico bailó, y tan baile como ningún ser vivo ha visto antes o después. Alzó el sable encima de la cabeza y giró las piernas allí y allá, tan gracioso como un antílope, y tan rápido que ya no las podía contar. Él lanzó los siete puñales en el aire y saltó a través del viento mientras fue cortado a pedazos, y como una llama de fuego descendió remoliendo a la tierra.

    Tan hábilmente bailó el ladrón, tan magnificente era para mirar con sus aretes, cinturón bordado y las plumas bonitas en su gorra, que los ojos de María se pusieron a parpadear. Hasta los animales del desierto se acercaron a ver. La regia serpiente de cascabel, la rata canguro y el chacal, pararon todos en un círculo alrededor del ladrón y golpearon a un ritmo en la arena con las colas. Por fin el ladrón se cayó rendido a los pies de María y de inmediato, se durmió.

    Cuando por fin se despertó, José y María habían continuado el viaje ya hace mucho tiempo, y él siguió su camino, aturdido. Pero pronto se dio cuento que nadie más le tenido miedo. Llegaron hasta él para saludar.

    “¡Él tiene un corazón tierno!” dijo la rata canguro a todos.

    “El bailó para el niñito”, silbó la serpiente de cascabel.

    Así que Horrífico permaneció en el desierto. Dejó su nombre terrible y se convirtió en un amigo cariñoso para todos.

    illustration of the robber horrificus
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